Sin querer queriendo me di cuenta que cuando estaba escribiendo el otro dia, se me salio lo de “baby boomer” salvadoreno en parte de mis comentarios. “Baby boomer” es un termino usado en los EEUU para quienes – a gran rasgo- nacieron entre 1946 y 1964. Sin entrar en discusiones y otros detalles, a ese rango de anos es a lo que yo me refiero. Para nosotros los salvadorenos entonces, eso nos hace parte de la ultima generacion del pais que vivio la epoca de inocencia de los 50s y 60s; cuando ser un nino o adolecente, estaba –relativamente- libre de consequencias y la gran mayoria solo pensabamos en estudiar y disfrutar en esos anos. Luego comenzo nuestra lucha social en los 70s y la vida en El Salvador ya nunca volvio a ser la misma.
Digo esto porque repense acerca de mi comentario del tren. Y no creo que nadie que halla nacido despues de los 60s pueda acordarse de lo que fue una experiencia en el tren o la “bala” como se conocia a nuestro superveloz vagon de ese entonces. Todo alrededor de un viaje por tren parecia de pelicula . Para uno , cipote a corta edad, eso representaba una aventura tipo “Indiana jones” . Ya de por si, te levantaban bien temprano y te llevaban semidormido y mal comido rumbo a la estacion. Llegabas tempranisimo ( mi abuela nos llevaba a San Miguel y el tren salia a las 6 o7 AM) y la magnitud y movimiento de tal lugar, pues te rebalsaba los nervios de emocion. Claro, llegar alli no era nada parecido a lo que vemos ahora. Pasabas por la famosa “avenida” de aquel tiempo, tan importante y elegante en esos dias que por alli entraban como en desfile todos los personajes famosos que llegaban a visitar el pais y en la cual lo unico “malo” - segun los adultos- eran las mujeres que ambulaban por sus alrededores; nada de ladrones, huelepegas, maras, suciedad, desordenes y relajos, ni mucho menos relajo con el trafico. La famosa estacion de Oriente, era en esos entonces nuestra respuesta a cualquier otra gran terminal imponente en otras partes del mundo: inmensa, bulliciosa, semilimpia, alegre, ocupada y llena de gente que iba , venia, salia, traia o vendia algo; una mini ciudad de ensuenos. Ya en el tren, la aventura continuaba. Uno corria de vagon en vagon y buscaba la primera ventana que estuviera disponible. Para los mas atrevidos, el desafio era quedarnos entre vagones y disfrutar el recorrido como ahora lo hacen muchos centroamericanos en su viaje al Norte. Nada de precaucion , seguridad o advertencias de nadie, solo pura emocion y un panorama de lujo enfrente de tus ojos. Y que panorama: se pasaban puentes, ciudades tuneles y multiples estaciones. Y lo mejor, en cada estacion se subian mas vendedores que pasajeros.
Mas tarde, al pais le falto vision y el ferrocarril se fue a a la ruina.
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